
"No hay que temerle a la Represión" Manuel Adornis
Llamado a combatir la exclusión y marginación que afecta a los pueblos indígenas,
Opinón11/08/2021El año 1982 marcó un antes y un después en un tema que se visibiliza cada día más, aunque entre ese innegable y a la vez positivo avance y la concreción de medidas permanentes y efectivas, medie una distancia más que considerable.
Año tras año, cada 9 de agosto se conmemora a nivel mundial el Día Internacional de los Pueblos Originarios, aunque también se lo denomina, Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo, oficialmente y mediante la Resolución 49/214, del 23 de diciembre de 1994.
Esta fecha recuerda como su origen, la sesión inaugural del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas de las Naciones Unidas, llevada a cabo en el año 1982.
Para destacar la trascendencia de esta conmemoración y corporizar la voluntad de seguir avanzando en los postulados que sustentaron su declaración como Día Internacional, de los Pueblo Originarios, la Subdivisión de Pueblos Indígenas y Desarrollo – Secretaría del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas, organizó una serie de eventos que reunió a organizaciones de pueblos indígenas , otras Agencias de Naciones Unidas , Estados miembros del organismo Internacional , sociedad civil y con un rol de preeminencia, los pueblos originarios involucrados.
En los foros, conferencias, mesas redondas y encuentros que se desarrollaron a lo largo de varios días, se analizaron los temas candentes que sustentan la imperiosa necesidad de un cambio de paradigmas en cuanto a la consideración del valor de las comunidades originarias en su conjunto y también el valor y peso específico de sus culturas, la necesidad de mantenerlas vivas y en continuo desarrollo y el peso específico y riqueza de las influencias interculturales.
Una cifra cercana al 70% de la población mundial radica en países con una marcada desigualdad, a partir de una inequidad distributiva en materia de ingresos per cápita, lo que apareja una injusta distribución de la riqueza en su concepto general.
Los pueblos originarios no escapan a esta realidad, muy por el contrario, en sus comunidades se agranda la brecha, ya de por si enorme, incluso magnificándose hasta límites intolerables las altas tasas de pobreza, producto de las notorias desigualdades socio económicas.
Naturalmente, estas desigualdades generan situaciones conflictivas y tensiones inter- comunidades, agravadas por la falta continuada de posibilidades en materia de salud, educación, justicia, vivienda, trabajo ó en muchos casos, la inexistencia misma de estos servicios elementales.
Muchos de estos temas y otros de igual trascendencia, se han recogido, con la intención de resolverlos en planes que se cumplen de reescribir lo que se ha dado en llamar “un nuevo contrato social”, puntualizado con fuerza en el corazón de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
La voluntad manifiesta de terminar -erradicar-con la pobreza y la reducción de las inequidades sociales, pareciera ser una absoluta contradicción en sí misma.
Mientras existan las desigualdades sociales en cualquiera de sus formas, será difícil imaginar cómo y de que medios habrán de valerse los gobiernos, las sociedades en su conjunto y demás actores intervinientes, para lograr desterrar la pobreza en todas sus formas. No es descabellado pensar que una realidad está directamente ligada a la otra.
La participación de los pueblos indígenas no es una gracia que deba “otorgárseles”, es lisa y llanamente devolverles el derecho que les corresponde, el derecho inalienable que tienen a ser protagonistas principales en la toma de decisiones que los afectará en el hoy y en el futuro de sus generaciones.
En definitiva, el derecho a su autodeterminación.
Debe trabajarse sin grandilocuencia en ese “nuevo contrato social”, que en primera instancia deberá erradicar siglos de exclusión, discriminación y por tanto, marginación, que sufren los pueblos originarios, comenzando por el respeto a su propia cosmovisión, generadora de una comprensión del mundo, de la naturaleza y sus fenómenos.
Los pueblos indígenas han sufrido las consecuencias de la pandémia de COVID 19 de una manera inhumana, donde no existieron los mínimos recaudos para el cuidado de sus vidas, evidenciando el desprecio por las comunidades originarias, el abandono, la insensibilidad, en acciones por error u omisión que se pueden calificar de contrarias a toda legislación internacional.
No olvidemos que la pandémia de COVID19 , unida al verdadero desastre climático y ambiental que sufren particularmente los pueblos originarios en sus hábitats naturales , con comunidades que a diario deben migrar, huyendo de sus territorios ancestrales arrasados por el fuego, muchas veces intencionales , talados sus árboles, envenenados sus ríos, o desviados para favorecer intereses económicos, el calentamiento global que genera sequias o inundaciones de resultados catastróficos, desertificaciones de áreas más grandes que muchos países, recalentamiento de océanos y mares, lo que genera falta de alimentos para muchos pueblos indígenas, por solo nombrar algunos de los fenómenos de la crisis climática que destruye la “casa de todos”.
Solo instancias que contemplen genuinamente, sin dobleces ni subterfugios , un profundo respeto por los pueblos indígenas, será el único camino efectivo, más allá de los discursos y buenas intenciones , poniendo el máximo esfuerzo posible en elaborar y sobre todo, ejecutar rápidamente, proyectos de gestión , planificaciones , programas , u otro tipo de organización comunitaria que deben necesariamente contar con la participación activa de los pueblos indígenas, respetando sus derechos territoriales sin cortapisas.
Solo así, se podrá aceptar que lo expresado en el espíritu de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en lo que hace a los pueblos indígenas del mundo, sea un camino viable y no meras declaraciones de buenas intenciones.
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