La contención para los caídos

La editorial de Alejandro Cárdenas Zúñiga para el programa "Malos Entendidos" de Radio Encuentro 95.7

04/12/2023 Alejandro Cárdenas Zúñiga
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Los discursos construyen, reproducen, engrandecen o crean imágenes. Los discursos políticos no son la excepción, primero, fueron los orcos y ahora, los caídos. Es necesario detenernos en estas figuras, porque, les dan entidad a los discursos políticos en particular. Cuando JAVI dice que tal o cual ministerio, tendrá como función contener a los caídos, es preciso, poner atención. Está diciendo quienes, no son “los argentinos de bien”, esa otra imagen que se está haciendo habitual, cuando se trata de definir los principales destinatarios de los mensajes del libertario presidente.

Pero, un momento, vamos por parte.

¿Quiénes son los caídos, de dónde caen y cómo es que de pronto pierden esa posición en la que se encontraban? ¿Caen por causas naturales? ¿Los señala un designio de dios? ¿Tienen en la posición en que estaban fecha de vencimiento? ¿Disbasia? ¿Vértigo? ¿Algún mal extraño tal vez?

La lista de caídos, desde el inicio de los tiempos es extensa. El ángel caído, inaugura la serie y da existencia al demonio y con él, ese dualismo de bien y mal, que nos apresa y condiciona, comportamientos, creencias e ideas. Está claro, le sigue, el hermano Caín, que recela de la ofrenda del bueno de Abel y lo asesina, condenado, a partir de allí a una itinerancia sin fin. 

Está, el “Valle de los caídos”, el faraónico proyecto del dictador, Francisco Franco, que ordenó su construcción en 1940. Ahí, enterraron a, José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española, y los caídos de la «Gloriosa Cruzada». Pero, antes de su inauguración en 1959, fueron llevados, los restos de soldados del bando republicano, por lo que, finalmente quedaron enterrados 33 833 combatientes, de ambos bandos de la guerra civil española. La identificación de los sepultados es imposible, porque los cuerpos se fundieron con los cimientos. También, esta fundida la alianza entre dictadura, iglesia católica y la cruz que señala el lugar. No es novedosa esta alianza.

Están los innumerables soldados caídos y anónimos, una forma de reconocer que no importa quienes son, formaron parte de esa masa, enviada a la guerra con un destino inquebrantable, morir. Morir por una causa que ignoran y que los ignora. Podríamos continuar, porque sí américa latina sabe de algo, es de caídos.

En el mismo momento, que irrumpía en nuestra cotidianeidad, el asunto de “dar contención a los caídos” y sin darnos tiempo, a preguntar si formábamos parte de esa mayoría ignota, moría Henri Kissinger, a los cien años.

Los titulares, abundaron, de forma diferente, cada uno de acuerdo a su tendencia, en describir la relevancia de Henri en el mundo. Todos, subrayaron: “cerebro”, “inteligencia”, “artífice”, “consultor”, “sobresaliente”, “perdurable” y “una voz autorizada”. Podríamos plantearnos, algunas de las mismas preguntas que hicimos respecto a los caídos ¿Cómo alguien llega a ser voz autorizada? ¿Cómo ocupa a ese lugar? ¿En virtud de cuáles acuerdos se sostiene? ¿Quién lo elige? 

La distancia que media entre “un(os) caído(s)” y en este caso, Henri, es nada más y nada menos que, el anonimato. Los anónimos caídos, han sido arrojados históricamente a fosas comunes, son NN, monumentos ignorados y poco a poco, olvidados. Los caídos, son innombrables, su número es incalculable. No tienen rostro. Son ¿o somos? Una estimación estadística. Un costo. Una variable macro económica de ajuste. Los caídos en desgracia. Los que pierden lo poco conseguido, en algún sentido, el costo menos elevado del ajuste. No cotizamos. No representamos un valor estimable para “los argentinos de bien”.

En algunas ocasiones, los caídos, movidos por la angustia de haber perdido el estatus que creían poseer, traicionan a los otros caídos, creen, que serán restaurados en su antiguo lugar y posición, o piensan, que la cercanía – aunque sea con el pensamiento -, de sus verdugos, los hará pertenecer, a la clase, de quienes han sido elegidos para ser “voz autorizada” o en este caso “argentinos de bien”. La vieja grieta ¿vio?

Los caídos, los sin nombre, de un lado. Del otro, los argentinos de bien, con nombre propio, apellido de calle, voz autorizada, cerebro e inteligencia, viven cien años y son elegidos. 

Es hora que sepa de qué lado del asunto está.

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